Raquel Piedrabuena en la Escuela de Bellas Artes

 Raquel Piedrabuena en la Escuela de Bellas Artes

LA CLASE MAGISTRAL Y LA CREACIÓN INCESANTE

Por Fernanda Juarez

El pasado 26 de mayo, Raquel Piedrabuena regresó a su propia casa: la Escuela de Bellas Artes “Lino Enea Spilimbergo” para ofrecer una clase magistral a los alumnos que cursan la carrera de artes visuales. En una tarde fría de otoño, las almas se encendieron al pie de las obras -la propia Raquel transmutada en fogón- que integran la muestra “Impulso… libertad” y se exhiben en el hall central de esa prestigiosa institución riotercerense dedicada a la formación de artistas.

En una placa de bronce colgada en la pared aparece cifrado, en letras y números, el lazo originario que une a esta artista con la historia de la plástica de su ciudad: la primera camada de egresados de esa Escuela –a la que ella perteneció como estudiante y luego como profesora- le rinde homenaje a Berta Bidondo de Zerega, la fundadora de esa institución pionera en la región. La referencia no se agota en el vínculo pedagógico, ya que Berta también es la suegra de Raquel Piedrabuena. Una alquimia única, que combinó lo familiar con lo vocacional, fue la fórmula del combustible que mantiene, hasta el presente, las brasas ardiendo en ese hogar-escuela. Maestra de maestros, Raquel Piedrabuena develó durante la charla -con precisión conceptual y gesto apasionado- los secretos que permitirían a alguien con inclinaciones convertirse finalmente en un artista, es decir, en un verdadero profesional del arte. La artista arrojó la primera piedra. Como creador de su propio mundo y de las reglas que lo gobiernan, aquel que elija el camino del arte debe saber lo que le espera: una vida que –al igual que la luna- se divide en dos caras. Una gratificante –el artista reina en su mundo imaginario y, como tal, puede experimentar las mieles de la libertad absoluta- y otra de sacrificio, que no es otra cosa que la lucha interminable por el dominio de la técnica, o sea, por adquirir las destrezas necesarias para alcanzar las formas imposibles que acechan la mente atribulada de aquel que se asuma un creador incesante.

En busca de la imagen deseada

Raquel Piedrabuena, acto seguido, comenzó a desplegar –con histrionismo y cabal dominio escénico – los múltiples recursos didácticos que acompañaron su clase. Lejos de la frialdad de un powerpoint y la luz artificial del proyector, la artista mostró sus bocetos en vivo y en directo Papeles reales -en el dorso se adivinan translúcidos los números de la quiniela oficial- se sucedían ante la mirada embelesada del estudiantado que veía pasar series interminables de trazos, planos, bosquejos, esquemas, líneas y cálculos. Toda la maquinación de la artista en modo analógico, palpable y en un registro desmesurado, rayano con la obsesión, se percibía en el backstage de la gestación de su obra. Mientras desdoblaba los planos –en un cruce evidente de origami y virtuosismo – explicó por qué el artista nunca se detiene ni se excusa por falta de tiempo o espacio. El artista goza de un espíritu perseverante, incansable, y eso lo transforma en un sujeto incapaz de contenerse cuando siente “el llamado”. Para ilustrar esa idea recurrió a Picasso: “que la inspiración me encuentre trabajando”.

Como en un acto de magia, la escena de los bocetos concluía con el descubrimiento de las obras terminadas, las cuales habían sido dispuestas previamente sobre caballetes de madera. Con un movimiento cautivante, Raquel Piedrabuena retiraba la lámina que ocultaba la imagen y entonces sobrevenía la exclamación del auditorio al encontrarse con la maravilla frente a sus ojos. En ese instante se producía un efecto óptico singular, al condensarse todos los trazos y esbozos de los ejercicios que precedieron a la obra en una imagen que resultaba novedosa y a la vez reconocible.

El desvelo del artista en busca de la imagen deseada será una de las claves del proceso creativo, en el que confluirán -en igual medida- cierta dosis de inspiración, el necesario acopio de datos  y la ejercitación constante de los movimientos de la mano. La vista, la imaginación y el tacto en una simbiosis de indagación perpetua será una de las máximas de la labor artística. Según John Berger, “el dibujo es una actividad manual cuyo objetivo es abolir el principio de la desaparición. O, para decirlo con otras palabras, transformar las apariciones y desapariciones en un juego más serio que la vida”. Quizás por ello, -por entender que la obra y la vida del artista no pueden escindirse- Raquel Piedrabuena decidió cruzar el vallado que prohibía la entrada a la “zona roja” -tras las explosiones de la Fábrica Militar de Río Tercero, en 1995- y recorrer, con traje de cronista, el lugar devastado, apenas ocurrida la tragedia. Eligió una casa que había recibido el impacto de los proyectiles y con ojo de halcón reparó en las sugestivas formas de una grieta en la pared. Piedrabuena retuvo la imagen con actitud fotográfica y, a partir de ese primer relámpago, transcribió en el papel las huellas visuales de aquel desastre.

Aparecen en mi patio

El recorrido que propone Raquel Piedrabuena por su propia trayectoria alumbra –además del interés por la pintura social- otra clave interpretativa: el cruce entre lo numérico y la naturaleza. La  repetición -o mejor, la generación de imágenes a partir de fórmulas matemáticas- será otro aspecto fundamental del método que la artista reprodujo para concebir sus pinturas. De ese manantial de base algorítmica brotarán curiosas formas geométricas que evocan, predominantemente, las estructuras del mundo vegetal y animal. Organizada en “series” con nombres conformados por una única palabra: “pájaros”, “efectos”, “lúdica”, “plumas”, “espirales” o “alas”, esta etapa de la artista nos recuerda el lugar donde ella vive –en el medio del monte- y que es, a la vez, su espacio de trabajo. Quizás por ello, el lenguaje visual y verbal que propone, incluye todo tipo de referencias al ambiente natural: florcitas cosmos, calas, loros, mariposas, nidos, caracoles, ramas, hojas, atardeceres, copos de nieve. Y explica cómo es que ocurre ese fenómeno -casi una epifanía- en el que las imágenes se revelan en el patio de su casa. “Todo aparece ante nuestros ojos, pero hay que estar alerta porque si no, pasan las cosas sin que las veamos”.

En su relato, Raquel Piedrabuena recordó también cómo surgió su interés por la pintura generativa: un encuentro casual con la obra de Eduardo Moisset de Espanés, uno de los primeros artistas en Argentina en investigar la geometría de base numérica aplicada al arte. Cuando Raquel vio uno de sus trabajos en Córdoba capital, al instante supo que eso era lo que quería para su vida. Después llegaría el tiempo del encuentro con el maestro, el intercambio, las clases y la elección de la línea cerrada generadora, que es la matriz principal de su producción. Al igual que ella, Moisset de Espanés es un precursor que –de haberse radicado en algunos de los grandes centros urbanos que concentran la actividad artística y detentan el monopolio del prestigio- quizás hubiera alcanzado un reconocimiento acorde al carácter innovador y la calidad de su trabajo.

“art”

Actualmente, Raquel Piedrabuena está retirada de la actividad docente en el ámbito público pero continúa con el dictado de un taller libre de pintura generativa en su casa, junto a un grupo de alumnas que asiste semanalmente desde 2005. “Ya es una terapia”, dice y sonríe. Además de sus bocetos, la artista conserva la obra completa de Berta Bidondo de Zerega, quien fuera discípula de Spilimbergo.  “Soy una rata”. Raquel guarda todos los papeles, vuelve sobre ellos, tiene oficio y sabe que en ese archivo de imágenes que atesora se esconde el misterio de la creación. “Puse mi nombre en Google para ver si mi obra está circulando, porque esa es la idea”, comentó. Y así supo de tesis, monografías y artículos producidos en distintos puntos del país y el continente, que se enfocan en analizar sus trabajos. Recientemente, estrenó un espacio en Instagram donde puede apreciarse gran parte de su producción. Cuando ella menciona la dirección del sitio, “raquelpiedrabuenart” aclara que las letras finales “rt” se corresponden con las iniciales de su ciudad -Río Tercero- sin reparar que si se considera también la última letra de su apellido, en conjunto, se forma la palabra “art”.

Fernanda Juarez

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