«Capucha» de Gustavo Ramírez

 «Capucha» de Gustavo Ramírez

Rojo, así está el cielo. Parado frente al charco puedo ver el reflejo de mi cara, encerrada
en la capucha. La marca del golpe es clara. La trompada de Gil fue certera. Justo en el
pómulo derecho.
Hasta hace un mes cuando lo nombraban, era solo el dueño del bodegón en la otra punta
del pueblo, frente a la plaza vieja. En solo treinta días la cosa cambió demasiado. Abrió
un burdel a cuadras de mi casa, y casi sin darme cuenta lo tuve metido en el comedor.
Mamá lo presento como su novio.Y sin avisar se adueñó de todos los espacios. Durante
el día no se puede hacer ruido porque duerme.-Trabaja toda la noche, pobre. Dice
mamá. Avanzada la tarde sale del dormitorio, el baño es suyo. Cuando lo deja, el sillón
y la tele. Cualquier intento por recobrar lo que fue mío, desata una tormenta de insultos
y amenazas, con amagues de trenzarnos en lucha que es apaciguado por mamá. Le voy a
pegar.
La construcción de la autovía trae reparto de plata para todos en este pueblo, y Gil, con
el bar y las chicas liga bastante. Se nota en la pilcha que usa. El teléfono que le cubre la
palma y la mitad de los dedos de la mano. Y tiene moto nueva.
Levanto la vista y el monte, mi refugio, ya no está. Solo tierra desnuda color arcilla y el
barro que dejó el temporal. Ese pequeño manchón de vida que venía resistiendo y me
ayudaba para aguantar, arrasado por las topadoras.
La distancia que me separa de la obra no me permite distinguir los autos que pasan.
Sólo bultos de colores y ruidos de todo tipo. Mientras me acerco me toco la cara. Duele.
Esto me pasa por meterme, pero es mi casa. Ésteintruso, que invade y quiere
doblegarme tiene que desaparecer de mi vida. Me gané el moretón por querer echarlo.

Me importa poco lo que hay para ver, pero el sillón, la tele, la tarde tirado en casa eran
míos, los quiero de vuelta. El volumen demasiado alto fue para provocar, me hago
cargo. Todavía puedo sentir la satisfacción de ver la cara cuando salió de la pieza a los
gritos porque no podía dormir.
–No dormís más. Pensé, planificando la misma acción para todas las tardes que
seguían, pero el goce y la distracción no me dejaron ver la mano que venía y la recibí de
lleno en la cara.
Avanzo hacia el asfalto, los charcos mojan y llenan de barro mis zapatillas, las medias
ya están empapadas pero no siento el frio. El odio me calienta el cuerpo, nace en el
pecho y se corre hasta la garganta, siento el cuello hinchado. Ya estoy a pocos metros
pero no distingo nada, la ira me nubla los ojos, siento que la frente me va a reventar,
bajo la vista para ver si puedo aclararla, pero solo encuentro una mancha de agua turbia.
Puedo distinguir en el fondo algo naranja. Mis días de peón de albañil me dejaron un
conocimiento de las formas, y reconozco una mitad de ladrillo, bayo, roto.
Me agacho hasta tocarlo, se acomoda solo en la mano, los dedos como partes de un
mecanismo lo aprisionan, lo levantan. Tanteo el peso, lo pongo en el lugar justo. Quiero
parar, pero como una máquina que una vez puesta en marcha no se puede frenar, mi
cuerpo toma la posición exacta para la acción tantas veces repetida. Lo boleo hacia el
primer auto que pasa. Sigo el recorrido del ladrillo, y me doy cuenta que nadie al final
de la trayectoria lo va a recibir. Mientras sube, no puedo entender lo que va a pasar,
pero cuando comienza el trayecto de caída, siento un hueco en el pecho y el vértigo
aparece en la boca del estomago.
Es cierto que venía pasado de velocidad, pero un ladrillo sobre el capot a cien o a ciento
cincuenta hacen lo mismo.

Gustavo Ramirez*

Capucha ademas de ser un texto se convirtió en el momento de se creación, allá por 2020 en plena pandemia, en un audiocuento visual realizado por la productora «Alimoné» estudio, al que ustedes pueden escuchar ingresando aquí

  • Gustavo Ramirez es Profesor de lengua y literatura. Lector y escritor. Autor, además de «Capucha» de otros textos y ensayos que vamos. compartiendo en las ramas de este árbol. Actualmente, Gustavo vive en la localidad de Almafuerte, Córdoba. Argentina.

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