Lectura / Desarmadero, de Eugenia Almeida (2022)

 Lectura / Desarmadero, de Eugenia Almeida (2022)

Una nueva colaboración del escritor Sergio Colautti llega esta vez al árbol para poner palabras en relación a la obra de Eugenia Almeida, especificamente sobre su libro «Desarmadero». Un policial tremendo que desnuda tramas de la complicidad entre política, policía y delincuencia. Pasen y lean, sirvanse de esta invitación a leer luego a la autora cordobesa promesa y referente contemporánea de la novela negra en nuestro país.

Lectura / Desarmadero, de Eugenia Almeida (2022)

Desgracias

“Arlt no trabaja con elementos coyunturales, sino con las leyes del funcionamiento de la sociedad”

                       Ricardo Piglia, Crítica y ficción

Desarmadero excede y satura las posibilidades de una novela policial. Como en la narrativa de Arlt, indaga cómo funciona el dispositivo del poder en una sociedad vulnerada; dispone su ambición narrativa hacia los modos de la connivencia entre los aparatos estatales y los espacios de la delincuencia organizada, deja ver a las víctimas de ese tejido pegajoso, advierte la inscripción del discurso mediático como funcional a ese entramado y expone, como una fatalidad, la continuidad sin remedio de un sistema que la sociedad elude en su significación  actual pero presiente, secretamente, como catástrofe por venir.  

            Ocurre que Lanbro, siniestro jefe de la policía provincial, y Durruti, el jefe del desarmadero desde el que opera con mano de hierro, son los agentes oscuros de un orden que no se puede quebrantar: qué hacer y qué no hacer, cómo, dónde y cuándo se puede robar, matar, moverse u ocultarse son acciones que obedecen al tablero único que manejan esas dos cabezas, unidas no solo por apetencias de dinero o poder sino, especialmente, por deudas de sangre entre sí, encubrimientos y desconfianzas mutuas. Los dos, bajo el paraguas invisible del ministro Tapia.

            Pero la arquitectura del orden siempre esconde grietas, y la narración aflora cuando lo real se agrieta. El azar, con los modos del error o la traición, abre las puertas de la desgracia. Como lo anticipa la mujer que lee las manos en el bar del barrio:

            “Usted anda arrastrando lo que no puede decir

            Los personajes de Desarmadero escriben su historia como fatalidad, como desgracia intuida desde el comienzo de la existencia; historias que salen, deambulan y vuelen al mismo sitio, el barrio como territorio de partida y regreso, del que no es posible despegarse:

            “La chapa, la lona, un huracán que parece haber depositado eso ahí. Justo antes de que el barrio se abra como una boca para soltar casitas más aisladas, satélites sobre la frontera de los que puedan tener un poco de aire, no compartir la pared, quizás un jardincito, no sólo patio de tierra aplastada. Quién sabe dónde termina el barrio. Al final es todo lo mismo. Franjas adonde van a vivir los que están mejor. Huecos donde caen los que están en la mala. Pero siempre es el barrio. Cambian los nombres, pero es lo mismo.”

            Esa inmutabilidad se explica y se entiende, desde la perspectiva de la novela, como espacio de sometimiento y humillación de una aceitada maquinaria del poder que hace de la represión y la extorsión sus armas cotidianas. Las víctimas, que son también soldados y agentes de la causa, están siempre más abajo, en el último peldaño del dispositivo insaciable.

Eugenia Almeida

Lo que se desarma

            La novela es una trama donde se tejen las voces descarnadas de sus personajes; diálogos sobre diálogos se sobreimprimen para componer un texto creíble y referencial: los tonos y los sonidos que escuchamos en las calles y los territorios reales están ahí, diciéndose, cruzándose para enunciar la lacerante disposición del cuerpo social. Pero, como decíamos citando a Arlt, no leemos aquí solamente el realismo magistral de un policial intenso y singular. Leemos la lucidez de Almeida para desentrañar cómo funcionan esas piezas sucias de la deshumanización a manos de una corrupción con varios rostros: los discursos políticos, policiales, económicos y mediáticos retuercen nudos para ocultarse entre sí en la trama que la narración ayuda a ver, desnuda, desentraña. El concepto de “desarmadero” cobra doble sentido aquí: como sitio donde operan el robo y el crimen, pero también como trabajo narrativo que desarma la mirada simplista que advierte delincuentes por un lado y honestos por otro para comenzar a comprender la cuestión como resultante de un sistema perverso, muy sólido, con capacidad de reproducción infinita, que elije y construye la opacidad como habitación y supervivencia.

Un tejido horizontal y vertical que atrapa: la sociedad que habita la novela de Almeida es una prisión sin muros, con jerarquías despiadadas y sórdidas, sin héroes posibles y con el fatal designio de la continuidad del mal en sus entrañas.  

            Novela que se construye desde los diálogos, que marcan su pulso; la lectura convertida en vértigo que deja lugar, por momentos, a relatos que explican cómo el pasado es también una cárcel, un encierro que explica el presente:

            “Hace muchos años Durruti tenía un socio, el Chileno. Nadie sabía bien cómo había llegado, cómo se habían conocido. Pero para Durruti era intocable. Lo que decía el Chileno valía. No sé. A lo mejor era la primera vez que tenía socio. La cuestión es que era confianza ciega

            Entre los diálogos y los relatos, aparecen la pedofilia, la traición, el crimen. Y los escenarios se mueven para conservar el orden escondiendo el horror: los asesinatos se diluyen o cambian de autores según las necesidades de la estructura político-policial. Cuando esa matriz parece desintegrarse por ajustes de cuentas, fugas o balazos desesperados, resurge desde los mismos sitios y las mismas obsesiones para constituirse, otra vez, como ordenamiento que cambia sus ropas, pero jamás su piel. Esa fatalidad gobierna el final del texto y dispara la profecía arltiana que la novela propone: los tejidos siniestros que la narración deja ver son el espejo donde nos podremos reconocer en un futuro no tan lejano, ahí nomás, adonde nuestros pasos se encaminan.

Debajo de la historia cruda que domina el texto hay una mirada sobre la ciudad que logra contar lo que todos los ojos ven, el paisaje que se repite, la opaca ciudad. La prosa de Almeida decide apuntar su lupa sobre lo real para auscultar otro sentido: en esa opacidad late el desgaste, el murmullo de la tragedia inminente, la contenida mudez de un lenguaje a punto de salirse de sí. La desgracia presente y la por venir se adivinan, agazapadas, entre los rincones de la ciudad pauperizada… 

            “La ciudad está sucia. Van los perros flacos husmeando la basura. Un hombre que se mete en un contenedor y elige cartones que apila a un costado. Los chicos del semáforo que hacen malabares con naranjas agrias. Los edificios grises de los bordes del centro. Los barrios chatos.”

            La operación narrativa es también “desarme” de los discursos celebratorios sobre la ciudad, despojo de la romantización de la pobreza, distancia de la simpatía identitaria. Almeida parece mirar más allá, tensionar el lenguaje para decir otra ciudad detrás de la ciudad, visible pero invisibilizada, sometida a la condena de un mecanismo de poder despiadado, inconmovible, con muchos rostros como los de Durruti, Lanbro, Tapia, la Negrita, Silvina, Saravia, el Nene, Pichón… en la intemperie, ahora, bajo la luz del “desarmadero” de Eugenia Almeida.

                                                                                               Sergio G. Colautti*

* Sergio Colautti Escritor argentino (Río Tercero, Córdoba, 1959). Fue docente de literatura desde 1983 hasta 2020. Ha publicado el libro de cuentos Nada que escribir (Tinta Libre, 2021) y los libros de ensayos Apuntes sobre narrativa argentina actual (Río Tercero, 1992), La mirada insomne (Córdoba, 2005), La escritura presente (Río Tercero, 2009), El relato futuro (Madrid, 2015), Saer: la vacilación de lo real (Río Tercero, 2016) y La lectura incesante (Córdoba, 2018). Además, ha sido colaborador de medios como La VozTribuna (Río Tercero), Corredor Mediterráneo (Río Cuarto), Etcétera (Universidad Nacional de Córdoba, UNC), Argus-a (Buenos Aires), Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (España) y Escritores.org (Buenos Aires), entre otros. Desde 2020 es columnista radial de MestizaRock FM (Río Tercero) Desde 2021 es colaborador de https://www.elarbolcultura.com.ar/ (Medio digital de difusión cultural de Río Tercero y zona) y participa del Colectivo Cultural y Educativo de Río Tercero.

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