Un niño que cuenta. «Pequeño país» de Gaël Faye

 Un niño que cuenta. «Pequeño país» de Gaël Faye

Luego de su recomendado sobre «El Primer hombre» que publicamos la semana pasada continuamos con las letras que leyó este escritor y que hoy decide compartir. En esta nueva colaboración, Gustavo Ramirez desmenuza las páginas de Pequeño País y nos invita con él a recorrerlo. Muchas gracias a ustedes lectores, por estar del otro lado sosteniendo este puente. Que disfruten el texto!

Un niño que cuenta. «Pequeño país» de Gaël Faye – Por Gustavo Ramirez
Este verano se empecinó en mostrar, traer lecturas emparentadas de alguna manera. Obras
que parecen tener algún vínculo, y estas reflexiones son de alguna manera un pobre intento de búsqueda de esa conexión.
Mientras resonaba el capítulo final de “El primer hombre” recibo comentarios de una obra, de
un autor, de un país, de una guerra desconocida. Pero quizá lo certero sería aceptar que el
mundo negó el conflicto para no reconocer la crueldad que permitió y permite.

“Pequeño país” de Gaël Faye.
El autor escribe su novela en 2016. El tono autobiográfico nuevamente, como en “El primer
hombre” de Albert Camus, es lo que atraviesa todo el texto y quizá sea esto lo que parece
otorgar intensidad a la obra. Pero por sobre todo profundidad.
Para quienes nos atrevemos a conmovernos con una novela, esta parece ser en extremo
potente y capaz de regalarnos un espacio para liberar sentimientos que no siempre dejamos
salir.
Un grupo de niños que juegan y van a la escuela, duermen en sus casas, son atendidos y
cuidados en sus hogares, roban frutas, sufren la separación de algunos de sus padres, lo
cotidiano de los encuentros para disfrutar un espacio que hicieron propio y donde se pueden
vincular.
Todos niños casi adolescentes pertenecientes a clases sin necesidades económicas.
Gaby, el relator, nos cuenta cómo su papá se empecina en no traer “la política” a la vida de sus hijos. Algo que cuando se hace presente en la realidad del niño aparece como atroz.
Burundi, esa relatada en 2016 por Faye, mostrando un país que en 1993 intentaba llevar
adelante elecciones multipartidistas, algo que no sucedía desde 1965, era territorio sin una
práctica democrática y poblada por dos etnias, Tutsis y Hutus.
Este inmenso resumen lo deja traslucir Gaël como al pasar, por las charlas de los trabajadores en la casa familiar, o algún comentario de un comerciante o por esa amiga griega que acerca al niño al maravilloso mundo de la literatura.
El relato goza de una intimidad cálida, preciosa durante la primera mitad. Esa calidez comienza a transformarse en la gelidez de la violencia política de a poco. A medida que el relato avanza nos sumergimos de a poco en el clima de sangre y fuego que marcó esa parte del mundo.
Niños que son abrasados, si, incendiados por la violencia. El país es un baño de sangre y fuego que no sólo extermina cuerpos, sino también la salud mental de quienes lo habitan.
Y otra vez Francia aparece para rescatar algunos pocos que califican para el gran país europeo.
En ese exilio se salva Gaby, se salva Gaël Faye. Y gracias a esa huida podemos leer en clave literaria la crueldad con la que la humanidad trata a todos, pero en especial a los niños, esos
que al convertirse en adultos llevan marcas de su pasado.
En la última parte de la obra, el retrato que hace el escritor de lo que queda de ese pequeño
país, tiene que ver con la mirada de ese adulto que necesita esa infancia feliz. Volver a recorrer los espacios plagados de recuerdos que construyeron con sus amigos. Pero lo que encuentra, lo que ve, lo que escucha evidencia que eso es imposible. Una madre patria sin conexión con lo real, desprendida de lo que pudo ser la ternura del abrazo de una madre.
Dejémonos conmover, debemos permitirnos pensar seriamente como es que creemos que
debemos cuidar las infancias, reconozcamos que la fragilidad con la que la vida cuenta nos
obliga a pensarnos como sociedad, como humanidad. Y en especial lo necesario de cuidar a los niños de la ferocidad que parece estar tan presente en este mundo.

*Gustavo Ramirez es Profesor de lengua y literatura. Lector y escritor. Autor, entre otros textos, del audiocuento visual Capucha (2020) y de más textos y ensayos que iremos compartiendo en las ramas de este árbol. Actualmente, Gustavo vive en la localidad de Almafuerte, Córdoba. Argentina.

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