Sostenida del abismo – Por Viviana Gomez*

 Sostenida del abismo – Por Viviana Gomez*
Foto: Pato Bertolotto
 
Comenzar por un recorrido histórico, hasta parece irónico. Probablemente encontremos un relato en la escritura, o muchos. La palabra, como la leemos ahora, es el resultado en donde muchas cuestiones parecen no encontrar representación, expresión. Pero posiblemente (ojalá) leyendo, puedas percibir una danza adentro.
Somos movimiento ante nada, y hoy nos sentimos sujetos, quietos. En la inmensidad, estamos estáticos, aislados con el alma que pendula en un vaivén de emociones inexplicables. Los enunciados se hacen coreografía, habiendo un principio y un final en un eterno infinito, que respiramos buscando silencio. No sabemos bien cómo, pero se imprime en el cuerpo. En mi caso, encerrada en mi cuerpo rebota y me salva, y me sana, me alimenta y me prohibe. Me libera y me conecta con las sensaciones y emociones más profundas en mi cuerpo, sabiendo que los ciclos proponen desvaríos, y en la creatividad me encuentro potente de convertir al dolor en duelo, renacer, y volver a seguir adelante en este tiempo sin líneas. 
 
Foto: Liza Pagura
 
Las andanzas mueven de las raíces, para encontrarnos y desencontrarnos. En ese accionar, nos encontramos con muchas personas. La sincronía se vuelve tangible, los silencios pausas para volver del abismo. Coordinando fluye intentando rescatarse, profesando danza o danza hecha profesión, nada más ni nada menos. La estructura que sostiene nuestro cuerpo se rodea de un amor de carne y hueso, insaciable de músculos en movimiento, en donde la gravedad se convierte en el abrazo. Nos sostiene, nos rescata, y ahí estamos volviendo a tomar fuerza para que este movimiento se haga ley, trabajo, vida.
A cada estudiante, amigx, colega, cuando puedo le recuerdo (nos recuerdo) la importancia de improvisar con autocuidado, sin abandonarnos. Vivir, en los límites de nuestro cuero, nuestra piel, nos sostiene. Sobrevivir es quizás un modo de entrenamiento, no un fin en sí mismo. ¿Nuestro? Quizás la infinidad nos recuerda que nuestro no es nada, pero bailar la existencia es un privilegio. Darnos el momento, y que el movimiento pase a ese estado, al infinito presente. Animalizarlo, humanizarlo, angelizarlo, destrozarlo de conceptos para hacerlo carne viva, resistiendo con el aire, bailando con los destellos de luz internos. Siempre hay contratiempos. Este también es un concepto, o quizás mucho más que eso. 
En este abismo, reconozco mis límites y se vuelven táctiles las caricias. Miro y leo los movimientos, los gestos. Nos extrañamos en la distancia, pero nos empujamos hacia el vacío porque sabemos que bien se siente pararse en la incertidumbre, teniendo la certeza que nadie nos lo quita, que somos miles y miles y que más allá de todo, caemos y nos levantamos bailando.
 
 
 
* Bailarina. Docente de danza.
 
Foto: Ojo.fuego
 
 

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