«Desierto sonoro» de Valeria Luiselli

 «Desierto sonoro» de Valeria Luiselli

Por Carolina Pittinari*

La cuarta entrega de las crónicas lectoras ¿A dónde va ese camino de hormigas? que tan gentilmente nos entrega Caro cada semana tiene hoy como protagonista una novela. Ideal para las noches de este verano que va llegando a su fin y también para las siestas otoñales que se vienen, con mandarinas o mates al solcito. Que la disfruten!!!

Libro: “Desierto sonoro” 

Autora: Valeria Luiselli

Editorial: @sigilo

Recién termino de leer este novelón!!!

Digo así, novelón, no sólo por su extensión (casi 500 pág.) sino también por su inmensidad…

“Desierto sonoro”  fue otro libro recomendado por @laura.etobler en el taller en el que participaba en 2021 y que incluimos en la compra anual de la @biblio_urquiza

Entré al texto como a una película, las primeras páginas leídas previamente en un taller, no me fueron extrañas, me sentí segura, cómoda, como si visitara un lugar conocido y amable. Luego poco a poco la voz de la narradora ocupó todos los espacios en el aire entre la página y mis ojos, mi voz era su voz. Escuchaba lo que ella y veía por sus ojos, así navegué los primeros capítulos inmersa en ese viaje.

Una historia en sí, hay que decirlo, donde no suceden -al menos al principio- muchas cosas: una familia de 4 viajando en auto, siempre la ruta y los moteles a la noche y después la ruta y el silencio y los mapas y la radio y los juegos y los cuentos. 

Y las búsquedas, la de ella (un proyecto sobre los niños de frontera), la de él (un proyecto sobre los apaches)… y una búsqueda aún más difícil, encontrar la manera menos dolorosa de separarse al final del viaje.

Todo eso se cruzaba y mezclaba hasta ser una sola cosa que me pasaba por el cuerpo con una intensidad desconcertante.

Como lectora, me desconcertaba este efecto hipnotizante que tenía la lectura, no podía dejar de leer. Como escritora me preguntaba qué mecanismos literarios había desplegado la autora para tenerme atrapada todo ese tiempo, tan intensamente. Quería descubrirlos, señalarlos, pero no estaban a la vista, se ocultaban y me espiaban detrás de las páginas -ahí residía la magia-

Poco a poco, como una mamushka, una dentro de otra, todas las historias, los textos leídos por los personajes -cantados, recitados-, todo lo que escuchaban ellos -y también yo a través de sus oídos-,  iba tejiendo una telaraña de búsquedas y encuentros. Se entrelazaban de maneras inexplicables pero con una coherencia que parecían estar ahí desde mucho antes de poder nombrarlos.  Como los ecos que aparecen muchas veces en el texto y reverberan entre las palabras, ecos de voces y poemas, músicas y silencios.

Para el segundo y el tercer capítulo ya estaba entregada por completo, el cambio de narrador, la descripción de las cajas como una enumeración archivística, los recursos estilísticos, todo me gustaba y los disfrutaba con un placer que no me fue muy común antes o después. Me dejé llevar más y más.

La lectura de “Desierto Sonoro” fue para mí como entrar en cuerpo y alma dentro de una película que parecía creada sólo para que yo la leyera.  A través de las descripciones minuciosas de sonidos, colores, olores y estados del cuerpo y el alma, la autora me hizo sentir parte de ese todo. Me compenetré tanto, que al final de la lectura, me quedé un poco extrañándolos, un poco más vacía y más llena al mismo tiempo, sin entender cómo eso era siquiera posible.

*Carolina Pittinari es riotercerense. Licenciada en comunicación social por la UNC. Escritora. Gestora cultural. Promotora de la lectura y animadora literaria en la primera infancia. Miembro de la comisión directiva de la Biblioteca Popular Justo José de Urquiza de Río Tercero, lugar desde el que participò de la creación del rincón infantil. Hace unos meses Carolina creó su anhelado «Espacio Mariposa» desde el que conecta sus pasiones por la lectura y la escritura y disfruta de la conexión del universo literario con todas las demás expresiones artísiticas. Madre, hija, amiga, compañera, colega y sobre todo una apasionada de las letras y del placer de compartirlas.

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